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El segurata Alex Mecum penetra sin condón el culazo de Paul Canon en el almacén de la tienda de alimentación y se corre en su cara | MEN

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Desde que Paul Canon entró con la gabardina en el súper, Alex Mecum y su colega policía no le quitaron ojo, más que nada porque nadie se paseaba por ahí con abrigo a casi veinticinco grados de temperatura. Le pillaron in fraganti. Un pepino, una banana, un pimiento largo, una berenjena. Alex no hacía más que sacarle objetos largos de los pantalones, hasta que llegó a uno que no pude sacarlo porque formaba parte de su cuerpo.

Y es que después de dejarle casi en bolas, con tanto cacheo el chaval había empalmado y el bulto que ahora se le formaba bajo los pantalones recorriendo desde la bragueta hasta el bolsillo, no era otro plátano, sino su polla, que se había puesto bien dura en presencia de esos polis macizorros. Al descubrirlo, Alex avisó a su compañero de que se fuera, porque estaba acostumbrado ya a lidiar con esas situaciones.

Estar buenorro, tener una buena minga y haber cometido el desliz de follarte a un zagal en los baños públicos del supermercado en una tarde de calentón es lo que tenía, que los rumores corrían como la pólvora y a menudo acudían chavalitos así en busca de comida rápida llamando su atención para ser detenidos y probar la porra del segurata en todo su esplendor.

Según le estaba esposando por la espalda, Paul le pidió que le follara la cara. Alex, que a pesar de su apariencia de hombre serio era un puto salido, trempó en cuanto se lo dijo, puso al chaval de rodillas y se sacó la chorra mirando que su colega no estuviera cerca. Paul chupó con ansias esa pija enorme, dura y caliente. Era incluso más grande de lo que había escuchado. Estaba tan rica que el hambre le hizo empalársela por la garganta.

Paul se levantó, dio la espalda al segurata y se inclinó sobre un carrito de la compra que había por allí. Menuda le ngua tenía el cabrón del poli, se le daba de lujo comer culitos, con la puntita húmeda recorriendo toda la abertura del ojal, haciendo desear a los chavales tener algo grueso y contundente dentro. Se lo dio, le enchufó la polla entera sin condón. Gemía tan alto que se lo llevó al almacén, donde acabó follándoselo por el suelo, penetrando ese culito tan suave y aterciopelado.

Fama de dotado pero también fama de lechero, a Paul no se le olvidó que el final de ese encuentro tenía que acabar como espectador en primera línea. Necesitaba ver con sus propios ojos y de cerca si era cierto eso de que la porra de ese poli al correrse se convertía en una fuente de proteínas de altos vuelos. Lo comprobó de primera mano, sonriente mientras los mecos calentitos resbalaban por su cara.

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